Lo que sucede en Silicon Valley, no queda en Silicon Valley.
Esta semana el ecosistema emprendedor se hizo eco de la noticia sobre los despidos masivos de dos de las startups más promisorias de Latam y, desde todos los niveles, salieron a dar su apoyo con mensajes que resonaron fuerte en el universo tech. Por un lado, estuvieron los de los CEOs y líderes que marcan la agenda de la innovación que ponían el eje en las adversidades que atraviesa una empresa disruptiva a la que no se le puede exigir sostenibilidad; y por otro lado, aquellos enunciados por los colaboradores, que hacían foco en la falta de empatía y transparencia, despilfarro y mala comunicación.
Si bien pocos encuentran placer en echar a un empleado – había escrito nadie, pero en todas las industrias hay sociópatas con poder de decisión - hay formas de hacerlo bien y formas de hacerlo mal. Y en la mayoría de los casos, se elige hacerlo mal. Ya sea porque no se tiene la valentía de tener una conversación dura e incómoda, o porque se piensa que como se trata de desvinculaciones masivas, la manera de echar también debe ser impersonal y, valga la redundancia, masiva.
Así como siempre destacamos la importancia del onboarding y de los espacios abiertos de feedback, escucha y reconocimiento, también la experiencia del offboarding es vital para el talento, y, en definitiva, para el posicionamiento y propuesta de valor de una compañía.
¿De qué sirve que sumes más criptomonedas a tu app o que seas el sponsor del festival canchero de turno si ni siquiera podés despedir como corresponde a quienes ayudaron a hacer crecer a tu empresa?
Lo que sucede en Silicon Valley, no queda en Silicon Valley
Noviembre de 2022.- Un grupo de gigantes, entre ellos Amazon, Meta, Twitter, Microsoft, Lyft y Salesforce, despiden a un número significativo de colaboradores. La mitad de la fuerza laboral de la red social conducida ahora por el inefable Elon Musk se sorprendió con un mail de despedida en su bandeja de entrada. Lo que se dice, una guachada.
La paradoja: estos recortes en el sector tech se producen al mismo tiempo que las tasas de contratación en otras industrias se mantienen en alta. Si bien el clúster tecnológico por excelencia ha sabido solo crecer gracias a la penetración vertiginosa de nuevas tecnologías, y ha esquivado las más variopintas recesiones y crisis económicas, hoy pareciera que su suerte se ha acabado, y lo que alguna vez fue un océano turquesa para los míticos unicornios, hoy es tierra árida en la que solo sobreviven camellos. ¿Silicon Desert?
El ritmo acelerado de innovación y la evolución desconcertante que supo caracterizar a las compañías tech hoy ya no lo es tal; su potencial tiene una cadencia más bien pausada, al igual que cada insert de capital. El requisito de crecimiento a 10x ahora se canjeó por rentabilidad. La manteca que volaba al techo, ahora va a los fideos; pues a los capitalistas de riesgo ya les queda holgado el apellido y los inversionistas más tradicionales esperan retornos jugosos que este tipo de empresas no estaría auspiciando. Están sentados en el banquito esperando impacientes que les vuelva algo de lo que ya pusieron, no están contando billetes para poner más.
2010 fue la década en la que Silicon Valley rompió con todos los paradigmas y cambió las formas de consumo para siempre: cómo nos enamoramos (Tinder) cómo nos desconectamos (Facebook), cómo nos inventamos una vida (Instagram), cómo sacamos a relucir nuestro intelecto (Twitter), cómo nos idiotizamos (Netflix), cómo viajamos (Uber), cómo hacemos listas de música (Spotify), cómo encontramos respuestas existenciales (Google), cómo viajamos (Airbnb), cómo nos emborrachamos con compañeros de trabajo (WeWork), y así. Hoy, ya no hay muchas esferas de la vida cotidiana que no hayan sido atravesadas por la revolución tecnológica. El próximo sí que deberá ser una gran invento. (Todo indica que será la Web3, pero la idea de un mundo descentralizado, transparente y en control del usuario no sé cuánto les cope a los gigantes de las inversiones). Sí, en 2010 las tasas estaban bajas y en algo había que poner la plata, pero potatos, potahtos.
Mejor que sobre y no que falte
Cuando una empresa está creciendo a la velocidad de la luz, uno de los pilares fundamentales para que la trayectoria continúe su sentido ascendente es el talento: necesitás más gente para que, en tiempos dorados, no se pierdan oportunidades y se aproveche al máximo el potencial de la compañía. El tema es cuando viene el estancamiento, la caja ya está vacía, nadie está tocando la puerta y esos sueldos aún deben pagarse. En este sentido - y no porque siempre quiera terminar hablando de mí – el trabajo on-demand aparece como una solución para aquellas empresas que necesitan agilidad: agrandarse cuando el viento está a favor y achicarse cuando hay tormenta. Cuando el crecimiento se ralentiza, la reina de graduación son las ganancias y es muy probable que se recorten costos y no todos sean invitados al baile. “Hace menos de un mes estaba entrevistando candidatos y hoy decidieron echar a todo el equipo” decía un colaborador afectado por la ola de despidos en el universo tech de Latam.
De USA a Latam con amor
“Para mí es súper difícil y triste, pero en el largo plazo es necesario para la misión” expresó Marcelo Cavazzoli, cofundador y CEO de Lemon Cash, en una entrevista en Forbes. Pero la app que democratizó el acceso a las criptomonedas no fue la única en sucumbir: la argentina Ualá negoció la salida de gran parte de su staff, las chilenas Bettefly y NotCo, y las colombiana Addi y Hunty, también tuvieron que despedir a gran parte de su plantilla .
Además de la austeridad reinante en el fascinante mundo de los Venture Capitals (⬇19% de inversiones en Latam), se sumó a la desgracia el caso FTX, La repercusión en el mundo fintech fue estridente y se desató una crisis de confianza sin precedentes. Hoy a la mañana, de hecho, nos desayunamos con declaraciones del CEO de Galaxy Digital en TMZ (Sí, los que perseguían a Britney, Paris y Lindsay) en las que que aseveraba que lo de Sam fue un completo fraude. Todo esto al tiempo que vemos cómo Elizabeth Holmes – A.K.A as the Queen of the House of Theranos - está luciendo su onesuit naranja.
Malos manejos financieros, falta de transparencia y nula supervisión, por un lado; crecimiento insostenible, mala comunicación y poco margen de maniobra por otro. Si bien pedirle a las startups con propuestas disruptivas estabilidad resulta, en un punto, inverosímil, asumo que pedir un poquito de empatía no lo es tanto.